jueves, 24 de noviembre de 2011

La Biblia y el Calefón



Un poco de cultura siempre viene bien ¿verdad?...

Se habla de ello y la mayoría no sabe de qué se trata:

He aquí la historia de un hecho de la vida cotidiana, que acontecía en la ciudad de Buenos Aires -no sé si en otros lugares pasaba o no- y que explica el porqué de la aparentemente surrealista asociación de la Biblia junto al calefón que aparece en el tango "Cambalache", cuyas letra y música fueron compuestas por Enrique Santos Discépolo en 1935.


Enrique Santos Discépolo Deluchi



La historia tiene relación con los baños, la higiene personal y la forma de realizarla; y como no se me escapa que algunos lectores pueden ser jóvenes y pueden no haber conocido otro tipo de baños que los que se estila usar en la actualidad al, menos en el mundo occidental y cristiano, voy a recordar primero un par de datos que considero necesario sean tenidos en cuenta.

Los baños que conocemos y que en algunos lugares son llamados “completos”, es decir, los que constan como mínimo de retrete inodoro, lavabo y ducha (algunos exquisitos, exigen que además tenga bidet -artefacto desconocido en muchos sitios-) son relativamente nuevos.

Hasta finales del siglo XIX, se utilizaban bacinillas (también llamadas “tazas de noche”), cuyos contenidos eran arrojados por las ventanas al grito de “agua va”; y antes aún, letrinas, que solían estar en los fondos de las casas.

En Buenos Aires coexistieron bacinillas y letrinas hasta principios del siglo XX, época en que las familias “acomodadas” comenzaron a instalar baños.

Luego, el uso de baños se generalizó y se empezó a construirlos en todas las viviendas, aun en las más modestas. El sencillo “mini ambiente” constaba al menos de retrete y lavabo y si los lujuriosos dueños de casa gustaban practicar la morisca costumbre de lavarse todo el cuerpo más o menos seguido, y si además tenían medios económicos suficientes como para costearse ese capricho, los baños también tenían una ducha.

Claro, si había una ducha era necesario calentar el agua, así que al lado de la ducha se instalaba un “calefón”.

Sin embargo, el papel higiénico tardó en obtener su carta de ciudadanía para poder trabajar en limpio en estas sucias tierras y aun cuando apareció era bastante caro y no estaba al alcance de todas las familias, las cuales se veían obligadas a utilizar para esos fines sanitarios el vulgar papel de diario o, en su defecto, cualquier otro.

Por supuesto, eran muy estimados los papeles más sedosos, así que los sufridos usuarios trataban de conseguir en las verdulerías y fruterías los papeles con los que venían envueltas las manzanas y otros productos de campo.

Otro muy apreciado era el llamado “papel biblia”, especialmente delgado y suave.

Ahora bien, ya por entonces existía la “Sociedad Bíblica”, una de cuyas misiones era la de difundir la Biblia protestante, para lo cual regalaba ejemplares del sagrado libro -en la actualidad, lo sigue haciendo-.

Pues, muchos de los habitantes de Buenos Aires deben de haber parecido devotos creyentes, ya que aceptaban de continuo esas gentilezas, y que siendo mayoría la grey católica, lo mismo pasaban y retiraban la biblia protestante tantas veces como sabían que la “Sociedad” las tenía en obsequio en las calles, plazas o en su sede central.

Sin embargo, cuentan los hombres dignos de fe, (aunque Alá sabe más), que quienes obtenían esas Biblias les perforaban una tapa y las colgaban de un gancho de alambre, al lado del calefón, cerca del retrete, e iban arrancando las suaves hojas para usarlas como papel higiénico.

En este hecho se habría inspirado Enrique Santos Discépolo para decir con elegancia propia de un grande:

Cambalache

Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé...
(¡En el quinientos seis
y en el dos mil también!).
Que siempre ha habido chorros,
maquiavelos y estafaos,
contentos y amargaos,
valores y dublé...
Pero que el siglo veinte
es un despliegue
de maldá insolente,
ya no hay quien lo niegue.
Vivimos revolcaos
en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos...

¡Hoy resulta que es lo mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...

¡Qué falta de respeto, qué atropello
a la razón!
¡Cualquiera es un señor!
¡Cualquiera es un ladrón!
Mezclao con Stavisky va Don Bosco
y "La Mignón",
Don Chicho y Napoleón,
Carnera y San Martín...
Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón...

¡Siglo veinte, cambalache
problemático y febril!...
El que no llora no mama
y el que no afana es un gil!
¡Dale nomás!
¡Dale que va!
¡Que allá en el horno
nos vamo a encontrar!
¡No pienses más,
sentate a un lao,
que a nadie importa
si naciste honrao!
Es lo mismo el que labura
noche y día como un buey,
que el que vive de los otros,
que el que mata, que el que cura
o está fuera de la ley...

3 comentarios:

  1. Que interesante relato Juan P. Muchas gracias!!!

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  2. Al contrario Maly, el agradecido soy yo por contar con tu visita!

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  3. Esta supuesta explicación -la del papel higiénico- parece tener su origen en un dudoso sitio de escritores y periodistas con una postura política definida, y desde mediados de la decada pasada la vienen repitiendo, sin detenerse a pensar en que es absurda.
    Primero: ningun porteno -salvo un ateo provocador y detallista- se va a limpiar el trasero con una Biblia, aunque supiera que es protestante (distincion que pocos portenos habrian advertido). En segundo lugar, Discepolo especificamnente se refiere a un negocio de bricabrac, de venta de bienes usados, el cambalache, el que usa como metáfora del mundo. Textualmente se dice que en la vidriera estan la biblia y el calefon, todos mezclados.
    Cualquier otra interpretación es rebuscada, pseudointelectual ("yo sé más que los demás") forzada y absurda.

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