martes, 1 de enero de 2008

Venciendo el desánimo

El gran auto de lujo paró delante del pequeño escritorio a la entrada del cementerio y el chofer, uniformado, se dirigió al vigía.

- ¿Usted puede acompañarme, por favor? Es que mi patrona está enferma y no puede andar, explicó. ¿Quiere tener la bondad de venir a hablar con ella?

Una señora de edad, cuyos ojos en el fondo no podían ocultar el profundo sufrimiento, esperaba en el auto.

- Soy la señora Adams, le dijo. - En estos últimos dos años mandé cinco dólares por semana...

- Para las flores, recordó el vigía.

- Justamente. Para que fuesen colocadas en la sepultura de mi hijo.

- Vine aquí hoy, dijo un tanto consternada, por que los médicos me avisaron que tengo poco tiempo de vida. Entonces quise venir hasta aquí para una última visita y para agradecerle.

El funcionario tuvo un momento de excitación, mas después habló con delicadeza:.

- Sabe, mi señora, yo siempre lamenté que continuase mandando el dinero para las flores.

- ¿Cómo es eso? Preguntó la dama.

- Es que... la señora sabe... las flores duran tan poco tiempo...

- Y al final, aquí, nadie las ve...

- ¿El señor sabe lo que está diciendo? Retrucó la señora Adams.

- Sí, sí señora. Pertenezco a una asociación de servicio social, cuyos miembros visitan los hospitales y los asilos.

- Allá si, que las flores, hacen mucha falta...

- Los internados pueden verlas y apreciar su perfume.

La señora quedó en silencio por algunos momentos. Después sin decir palabra, hizo una seña a su chofer para que partiesen.

Meses después, el vigía fue sorprendido por otra visita. Doblemente sorprendido por que, esta vez, era la propia señora Adams quien venía manejando el auto.

- Ahora soy yo misma quien lleva las flores a los enfermos, le explicó, con una sonrisa muy amable. Usted tenía razón, los enfermos se sienten radiantes y hacen que yo me sienta muy feliz.

- Los médicos no saben la razón de mi cura, pero yo si sé.

- Es que encontré motivos para vivir. No me olvidé de mi hijo, al contrario, entrego las flores en su nombre y eso me da fuerzas.

La señora Adams descubrió lo que casi todos ignoramos, pero que muchas veces olvidamos: Ayudando a otros, conseguirá ayudarse a usted mismo. ¡Claro! La opción, es siempre suya...

2 comentarios:

  1. El dar a los demás, es algo que nunca falla, es infalible para vencer el desánimo.
    No solamente "dar" en sentido material, sino como se refleja en tu historia, el dar generosamente de nuestro tiempo y energía.
    Compartir emociones y buenos momentos, pueden hacer que olvidemos nuestros propios problemas, y seamos felices pensando en los demás.
    Enlacé tu link. Saludos!

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  2. El dar, sin esperar recibir nada a cambio, no sólo es infalible para levantar el ánimo, es más, si pensásemos en la Ley del boomerang, veremos como todo lo positivo nos vuelve; ojo!, también ocurre lo mismo con lo negativo, asi qué, contemos siempre hasta diez antes de hacer o decir algo que afecte la integridad tanto física como psíquica de nuestros semejantes, -en principio por ellos mismos- puesto que ello, traería como lógica consecuencia, afectarnos a nosostros mismos.
    Saludos.

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