En el lejano oriente había un sabio...
Este hombre tenía la sabiduría en plenitud...
Había dedicado toda su vida a tener esa sabiduría...
Pero, en el mismo lugar también había un niño...
Este niño quería engañar al viejito sabio...
Y para conseguirlo, tomaba diferentes objetos entre sus manitas, iba con el sabio y le decía:.
- A ver viejillo sabio, ¿qué tengo entre mis manos?.
El sabio con mucha paciencia le decía:.
- Sabes, tienes una piedrita roja.
El niño comenzó a desesperarse porque cada vez que se presentaba con este sabio, le adivinaba las cosas que tenía entre las manos:.
- Tienes una canica.
- Tienes una luciérnaga.
- Tienes una bolita blanca.
Pero, en una ocasión en que, el niño salía de estar con el sabio pensó.
Tengo que engañar a este sabio. Yo se que no es sabio, pero, cómo lo hago.
¡Ya se! buscaré un árbol y me subiré a él. Es lógico que en ese árbol encuentre un nido, pues bien, buscaré el nido. Obviamente en ese nido tendrá que haber pajaritos, pues bien, tomaré un pajarito entre mis manos e iré con el sabio y le preguntaré:.
A ver, viejillo sabio, ¿qué tengo entre mis manos?.
Como el dice que es un sabio me dirá: tienes un pajarito.
Entonces yo le preguntaré:.
¿Está vivo o está muerto?.
Si el me dice, está vivo, lo voy a comenzar a apretar hasta matarlo, abriré las manos y le diré, no, mira está muerto.
Pero si me dice, está muerto, entonces abro las manos y le digo, no, mira está vivo.
Ante estos pensamientos el niño se pone muy contento por poder engañar al sabio.
Y cuando a los niños se les mete algo a la cabeza hasta no lograrlo, no se detienen; así es que el pequeño busca el árbol, encuentra el nido, también encuentra el pajarito lo toma entre sus manos y...
- A ver viejillo sabio, ¿qué es lo que tengo entre mis manos?.
El viejito le responde:.
- Sabes, tienes un pajarito.
El niño, se pone contento por ver que el plan va viento en popa. Y le dice:.
- Es cierto. Yo se que tú eres un sabio grande, que nada es imposible para ti.
Que nadie en la tierra tiene esa sabiduría que sale por tus mismos poros, pero, dime:.
- ¿Está vivo o está muerto?.
El viejito sabio, conservando su serenidad, le dice: LA DECISIÓN ES TUYA.
Hasta pronto Rob!!!!
Hace 16 horas
Había oído este relato en más de una ocasión, pero siempre que lo recuerdo, como fue el caso de hoy, me encanta, y me admiro de la sabiduría del anciano.
ResponderEliminarEs cierto, la mayoría de las veces tenemos en nuestra mano la dirección de nuestos actos, y por extensión de nuestra vida!
Cariños:)
Amigo, ¡qué bonita es tu narración...! Es de suponer que cuando nuestras decisiones sean vitales, sepamos escoger la adecuada y que no sirvan para quedarnos por encima - como el aceite - de nadie ni de nada, cegados por la soberbia.
ResponderEliminarDesde Valencia, España, un cordial saludo.