jueves, 10 de febrero de 2011

Illia en pijamas


Illia en pijamas

Dr. Arturo Umberto Illia

“Fue derrocado por sus aciertos y no por sus errores”.

“Tuvo el coraje de meter el bisturí en los dos negocios que incluso hoy más facturan en el planeta: Los medicamentos y el petróleo”.

“Fue la ética sentada en el sillón de Rivadavia”.

El sábado, en su glorioso recital, Jairo contó una vivencia estremecedora de su Cruz del Eje natal. Una madrugada su hermanita no paraba de temblar mientras se iba poniendo morada. Sus padres estaban desesperados. No sabían qué hacer. Temían que se les muriera y fueron a golpear la puerta de la casa del médico del pueblo. El doctor Arturo Umberto Illia se puso un sobretodo sobre el pijama, se trepó a su bicicleta y pedaleó hasta la casa de los González. Apenas vio a la nenita dijo: “Hipotermia”. “No sé si mi padre entendió lo que esa palabra rara quería decir”, contó Jairo. La sabiduría del médico ordenó algo muy simple y profundo. Que el padre se sacara la camisa, el abrigo y que con su torso desnudo abrazara fuertemente a la chiquita a la que cubrieron con un par de mantas. “¿No le va a dar un remedio, doctor?”, preguntó ansiosa la madre. Y Arturo Illia le dijo que para esos temblores no había mejor medicamento que el calor del cuerpo de su padre.

A la hora la chiquita empezó a recuperar los colores. Y a las 5 de la mañana, cuando ya estaba totalmente repuesta, don Arturo se puso otra vez su gastado sobretodo, se subió a la bicicleta y se perdió en la noche. Jairo dijo que lo contó por primera vez en su vida. Tal vez esa sabiduría popular, esa actitud solidaria, esa austeridad franciscana lo marcó para siempre. El teatro se llenó de lágrimas. Los aplausos en la sala denotaron que gran parte de la gente sabía quien había sido ese médico rural que llegó a ser presidente de la Nación. Pero afuera me di cuenta que muchos jóvenes desconocían la dimensión ética de aquél hombre sencillo y patriota. Y les prometí que hoy, en esta columna les iba a contar algo de lo que fue esa leyenda republicana.

Llegó a la presidencia en 1963, el mismo año en que el mundo se conmovía por el asesinato de John Fitzgerald Kennedy y lloraba la muerte del Papa Bueno, Juan XXIII.

Tal vez no fue una casualidad. El mismo día que murió Juan XXIII nació Illia como un presidente bueno. Hoy todos los colocan en el altar de los próceres de la democracia.

Le doy apenas alguna cifras para tomar dimensión de lo que fue su gobierno. El Producto Bruto Interno (PBI) en 1964 creció el 10,3% y en 1965 el 9,1%. “Tasas chinas”, diríamos ahora. En los dos años anteriores, el país no había crecido, había tenido números negativos. Ese año la desocupación era del 6,1%. Asumió con 23 millones de dólares de reservas en el Banco Central y cuando se fue había 363. Parece de otro planeta. Pero quiero ser lo más riguroso posible con la historia. Argentina tampoco era un paraíso. El gobierno tenía una gran debilidad de origen. Había asumido aquel 12 de octubre de 1963 solamente con el 25,2% de los votos y en elecciones donde el peronismo estuvo proscripto.

Le doy un dato más: El voto en blanco rozó el 20% y por lo tanto el radicalismo no tuvo mayoría en el Congreso. Tampoco hay que olvidar el encarnizado plan de lucha que el Lobo Vandor y el sindicalismo peronista le hizo para debilitarlo sin piedad. Por supuesto que el gobierno también tenía errores como todos los gobiernos. Pero la gran verdad es que Illia fue derrocado por sus aciertos y no por sus errores. Por su histórica honradez, por la autonomía frente a los poderosos de adentro y de afuera. Tuvo el coraje de meter el bisturí en los dos negocios que incluso hoy más facturan en el planeta: Los medicamentos y el petróleo. Nunca le perdonaron tanta independencia. Por eso le hicieron la cruz y le apuntaron los cañones. Por eso digo que a Illia lo voltearon los militares fascistas como Onganía que defendían los intereses económicos de los monopolios extranjeros. Él lo dijo con toda claridad: A mí me derrocaron las 20 manzanas que rodean a la casa de gobierno.

Nunca más un presidente en nuestro país volvió a viajar en subte o a tomar café en los bolichones. Nunca más un presidente hizo lo que él hizo con los fondos reservados: No los tocó. Nació en Pergamino pero se encariñó con Cruz del Eje donde ejerció su vocación de arte de curar personas con la medicina y de curar sociedades con la política. Allí conoció a don González el padre de Marito, es decir de Jairo. Atendió a los humildes y peleó por la libertad y la justicia para todos.

A Don Arturo Umberto Illia lo vamos a extrañar por el resto de nuestros días. Porque hacía sin robar. Porque se fue del gobierno mucho más pobre de lo que entró y eso que entró pobre. Su modesta casa y el consultorio fueron donaciones de los vecinos y en los últimos días de su vida atendía en la panadería de un amigo. Fue la ética sentada en el sillón de Rivadavia. Yo tenía 11 años cuando los golpistas lo arrancaron de la casa de gobierno. Mi padre que lo había votado y lo admiraba profundamente se agarró la cabeza y me dijo:

Pobre de nosotros los argentinos. Todavía no sabemos los dramas que nos esperan.

Y mi viejo tuvo razón. Mucha tragedia le esperaba a este bendito país. Yo tenía 11 años pero todavía recuerdo su cabeza blanca, su frente alta y su conciencia limpia.

Ref.: Alfredo Leuco

5 comentarios:

  1. Después de leer este artículo uno siente legítimas ganas de llorar. Porque en las palabras de Leuco no hay sofismas, paradojas o algún tipo de exageración, hay Illia o mejor dicho, la aproximación a un Hombre Grande.

    Claro que vamos a extrañar al Dr. Arturo Umberto Illia por el resto de nuestros días. Quizás deberemos conformarnos con patéticas y maltrechas figuras que no sólo deshonran memorias y ensucian todo a su paso, también tienen la arrogancia algunos de situarse cerca de la imagen de este Hombre, como si los valores humanos fueran contagiosos al contacto!

    Querido Amigo, todos nuestros políticos actuales lucen pequeñísimos e insignificantes al lado de Illia, y nadie resiste la comparación.

    Hoy todos lo colocan en el altar de los próceres de la democracia, es verdad, pero bien harían en imitarlo! El mejor Homenaje a un Hombre de esta talla es seguir su línea de conducta, es la mejor y la única forma de honrarlo como merece.

    Muchas Gracias Juan Pedro! Un abrazo mi Amigo.

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  2. Ah, y una ¿pequeña? anécdota del Dr...Cuando dejó su mandato, tuvo que vender el auto que le habían regalado mientras estaba en funciones...para pagar los impuestos atrasados de su casa...

    Sí Amigo, tal cual.

    Otro abrazo!

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  3. Querida Susana, cada vez que leo y releo sobre la vida de este Grande, ahora en tus palabras, (en la soledad, quietud y silencio absoluto de mi escritorio), no puedo reprimir la caída de enormes gotas de lágrimas que corren a través de mis mejillas, es así, sin más: “La humildad personificada”, esto conmueve hasta una piedra, ¿verdad?

    En el mundo de la política y de la no, existe un amplio consenso en considerar a Illia como un político ejemplar, por su “honestidad y personalidad incorruptible”. Muy bien apuntado lo tuyo, sobre la venta de su vehículo para el fin especificado. Es más, como haz de saber, tuvo una sola casa, sencilla y humilde, que fue el único bien inmueble con que se retiró como Presidente de la Nación, la que le fuera donada por suscripción pública, con ayuda y por voluntad de los vecinos de Cruz del Eje, además de ser el único presidente de Argentina que “no aceptó la jubilación de privilegio”.

    De los políticos actuales, sólo puedo decirte que, huelgan las palabras.

    Susana, nada que agradecer, soy yo que debe agradecerte por estar siempre, permíteme decirte lo inmensamente placentero que significa para mi leerte.

    Un beso enorme para vos, querida Amiga!

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  4. Hola Juan Pedro, recordaràn muchos argentinos como era la canciòn de la
    campaña radical para las elecciones de 1963????
    "Venga y vamos argentino,pòngale el hombro al paìs,con Illia y con Peretti el paìs pronto serà un ejemplo de prosperidad"
    Làstima no lo dejaron!!! y asì estamos.
    Illia pròcer mucho màs grande que otros que la historìa nos vendiò.

    gracias

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    Respuestas
    1. Para esa época, sólo contaba con dos años de edad, así que no la viví a la campaña, pero sí la leí, es más, tengo el enorme honor de contar en mi poder con una imagen de la visita del Dr. Arturo Illia a mi casa allá por junio de 1964, invitado por mis tíos que fueron altos dirigentes radicales de la provincia en la que vivo.

      Realmente un placer leer sus palabras y agradezco su visita a mi casa virtual, (blog), puertas que seguirán siempre abiertas para cuando desee regresar a expresar algún tipo de pensamiento sobre los artículos publicados.

      Mis respetuosos saludos!

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